Bueno, algunos de vosotros ya habeis leido este relato,pero para los que no, aqui os dejo mi version del final de la saga Crepúsculo
-Bella, cariño; ¿estás segura?-Edward sujetaba el volante con las manos en tensión, preparado para avanzar en dirección contraria al primer síntoma de debilidad por parte de ella.
-Tengo que hacerlo, lo necesito.- Subrayó las dos últimas palabras con un deje de histeria, confiando en que Edward no lo hubiera notado. Sin más preámbulos, Bella abrió la puerta de su pequeño Audi Coupé dispuesta a salir, cuando el vampiro la detuvo, entrelazando sus dedos.
-Si algo no va bien llámame y vendré a buscarte- la miró como quien mira algo precioso por última vez.
-Ahora puedo volver sola, y más rápido que en coche, ¿recuerdas?- dijo, poniendo los ojos en blanco ante la persistente falta de memoria de su marido frente a este tema.
-Perdona, a veces lo olvido- se excusó Edward. Bella se despidió con un fugaz beso en los labios- ahora los suyos también eran duros y fríos, como el mármol- y salió del coche titubeante hacia el tropel de casitas que se presentaban en el horizonte, La Push. Desde su posición podía ver con perfecta claridad la minúscula casa roja- que algún día llegó a considerar su hogar y donde había pasado tan buenos momentos- curtida por el paso del tiempo.
Avanzó vacilante y se giró a tiempo de ver cómo Edward aceleraba en dirección contraria a la vez que besaba su alianza.
No necesitó avanzar más de una docena de pasos pues, al momento, un grupo de chicos semidesnudos apareció por la linde del bosque, frotándose la nariz como si algo apestara. Algunos la observaban con sorpresa, otros, con ferocidad. En algún rostro se podía observar esa expresión tan familiar que nos recuerda la traición de un ser querido, pero Bella sólo buscaba una cara… y la encontró. En los tres años transcurridos desde su partida, Jacob Black parecía haber envejecido al menos siete años. Aún conservaba ese halo de seguridad que ella tan bien conocía, pero no quedaba rastro alguno de la antigua calidez de su rostro. Él la reconoció al instante, aunque parecía imposible que algo tan bello pudiera ser real.
La vampira avanzó dos pasos, vacilante, pero una voz autoritaria la detuvo. Era esa clase de voz que cree estar en posesión de la verdad absoluta: era la voz de Sam Ulley.
-No te acerques más, chupasangres, o no tendremos remordimientos en atacar. Este ya no es tu sitio, ya no nos une nada.- Bella se quedó estupefacta ante las palabras del que alguna vez fue algo así como un amigo. No avanzó más, pero no retrocedió. Se quedó en tal postura que parecía una estatua en tributo a alguna divinidad clásica, con su largo cabello ondeando a la suave brisa procedente de la playa.
-Jake…-llamó, pero no obtuvo respuesta. Dolida y avergonzada por haber ido, -los Cullen le habían advertido no menos de cien veces que no era una buena idea- se dio la vuelta dispuesta a irse, cuando algo cálido que le quemó la piel la agarró de la mano. Al girarse, se topó cara a cara con el licántropo que algún día fue su mejor amigo. No, fue algo más que eso para ella: Jacob era su sol de repuesto.
Se miraron a los ojos durante un breve instante: los de él, de un negro intenso, brillantes. Los de ella – pues se había asegurado de cazar lo suficiente antes de acudir al encuentro del hombre lobo- de un dorado tan brillante que hacía daño mirarla.
Se fundieron en un pasional abrazo, pero al instante retrocedieron, asqueados por el olor que ambos emanaban: ella, un almizcle dulzón, típico de los Cullen, y él, una mezcla de leña seca y tierra mojada, el olor característico de alguien que pasa el día corriendo por los bosques. Ignorando la quemazón de sus narices, ambos inhalaron profundamente el olor del otro y, asombrados por la similitud de sus actos, echaron a reír. Jacob había olvidado lo que era sonreír de verdad, pues desde que Bella le declarara su amor y huyera con el vampiro, no lo había vuelto a hacer. Se observaron durante unos instantes: Jacob había crecido al menos treinta centímetros desde la ultima vez que le vio – si es que eso podía ser posible-, su cabello había vuelto a crecer y su rostro estaba surcado de arrugas de preocupación, pero era Bella la que más había cambiado en los últimos tres años: era esbelta, tanto como Rosalie, aunque conservaba su estatura de siempre. Las curvas de su cuerpo se habían definido en una silueta perfecta, y ahora el cabello le llegaba por la cintura. La palidez típica de los vampiros no destacaba mucho en su rostro, que siempre había sido blancuzco, pero sí lo hacían las amoratadas ojeras. Sus carnosos labios, curvados en una perfecta sonrisa, eran de un carmesí intenso. Era realmente hermosa. Ninguno de los dos pudo evitar recordar el pasado que compartieron juntos:
Por la mente de Bella pasaban aquellas largas tardes en el garaje de los Black, bebiendo un refresco caliente mientras Jacob arreglaba sus motos. En cambio, los recuerdos del chico se dirigieron a aquellos besos ardientes momentos antes de la gran batalla y a la declaración de amor de la chica. Parecía un pasado muy lejano, y el dolor les trajo de vuelta al presente.
-No sé si venir aquí ha sido una buena idea, no estoy seguro de que todo valla a ser como antes, yo… no sé si estoy preparado para olvidarlo todo y empezar de cero- balbuceó el licántropo.
-No te preocupes- respondió ella- tengo toda la eternidad.
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OPINAD
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